Seis de cada diez mexicanos interactúan con videojuegos de forma habitual, una cifra que consolida a esta industria como la opción de entretenimiento dominante en el país.
Sin embargo, detrás de las estadísticas de consumo reportadas por The Competitive Intelligence Unit (The CIU), existe un riesgo latente para los 72.6 millones de gamers nacionales: el daño auditivo invisible provocado por la exposición prolongada a volúmenes altos.
Cifras del mercado gamer en México
La penetración de los videojuegos en la vida diaria es innegable, abarcando al 61.4% de la población de seis años o más.
El crecimiento anual del 1.4% en la base de usuarios sugiere que cada vez más personas, incluidos niños y adolescentes, pasan horas frente a una pantalla.
Este aumento en el tiempo de exposición multiplica las probabilidades de desarrollar fatiga auditiva si no se gestionan adecuadamente los niveles de audio en el hogar.
Niveles de presión sonora en videojuegos
El diseño sonoro de los títulos modernos busca la inmersión total, pero esta fidelidad acústica puede superar fácilmente los límites de seguridad biológica.
Datos recopilados por MED-EL indican que los picos de sonido en momentos de acción intensa o en salas de arcade pueden exceder los umbrales recomendados por organismos de salud.
A continuación, se presenta una comparativa de los niveles de presión sonora (dB) a los que se expone un jugador promedio:
| Fuente de Sonido | Intensidad Estimada | Nivel de Riesgo |
| Teléfono móvil (volumen medio) | ~43 dB | Bajo (Seguro) |
| Salas de Arcade / Juego público | >80 dB | Moderado (Precaución) |
| Límite de seguridad (OMS) | 85 dB | Punto de inflexión |
| Picos de combate / Explosiones | >110 dB | Crítico (Daño potencial inmediato) |
Es crucial entender que la exposición a sonidos superiores a 85 dB comienza a dañar las células ciliadas del oído interno, un proceso que a menudo ocurre sin dolor inmediato.

Síntomas y daño auditivo permanente
El cuerpo emite señales de advertencia que los jugadores suelen normalizar o ignorar hasta que el daño se vuelve crónico.
El síntoma más común es el tinnitus, un zumbido persistente que aparece tras sesiones largas de juego y que indica un estrés auditivo significativo.
Sobre la importancia de la detección temprana y la naturaleza de estas afectaciones, la médico audióloga y especialista de soporte clínico en MED-EL México, Dulce María García Jacuinde, señaló:
“Lo importante no es limitar el uso de videojuegos, sino jugar con plena conciencia del impacto del volumen alto y acudir a revisiones auditivas que permitan una detección oportuna. Uno de los primeros síntomas es el tinnitus, ese zumbido ocasional o persistente que muchas personas perciben después de jugar”.
La pérdida auditiva inducida por ruido es irreversible, pues las células sensoriales del oído no se regeneran.
Aunque existen soluciones tecnológicas para rehabilitar la audición, la prevención sigue siendo la única forma de mantener la capacidad natural del oído intacta.
Protocolos de seguridad y limitaciones técnicas
La protección de la salud auditiva enfrenta un obstáculo técnico importante en el hardware actual: ninguna consola de videojuegos moderna ofrece limitadores de decibeles dentro de sus controles parentales.
Esta carencia obliga a los usuarios a gestionar el volumen manualmente, sin una red de seguridad automatizada por el sistema.
Ante este vacío tecnológico, la Secretaría de Salud recomienda aplicar estrictamente la «regla 60-60» para evitar lesiones.
Este protocolo consiste en no utilizar los audífonos a más del 60% de su volumen máximo y limitar su uso continuo a 60 minutos por sesión. Seguir esta directriz permite disfrutar del entretenimiento digital minimizando drásticamente el riesgo de hipoacusia a temprana edad.
Audición como recurso irrecuperable
La inmersión digital no debe costar la capacidad de interactuar con el mundo físico.
Fomentar hábitos de escucha responsable y respetar los tiempos de descanso auditivo garantiza que la experiencia de juego siga siendo placentera y segura a largo plazo.
La salud auditiva es un activo que, una vez perdido, altera permanentemente la calidad de vida del usuario.





